En la reconstrucción de la cosmovisión de Israel y de Jesús, Wright procede a analizar la expectativa judía con respecto al mesías, la persona que restablecerá el reino del dios de Israel. A pesar de que no hay un concepto unificado del mesías en el período del Segundo Templo, él identifica dos acciones que el futuro rey legítimo de Israel tendría que cumplir. Las diferentes escuelas de pensamiento de la época generalmente coinciden en que esperan que el rey/mesías 1) construya o restaure el templo y 2)que pelee y gane la batalla contra el enemigo.[32] Wright argumenta que al analizar el sentido de vocación de Jesús se puede concluir que Jesús se consideraba a sí mismo el mesías que cumpliría con las dos acciones esperadas de aquel que establecería el reino de dios en Israel.
Este argumento lo desarrolla en base a las acciones de Jesús en el templo de Jerusalén. Jesús pronunció juicio sobre el templo (Mt 23:28; Lc 13:35). Pero él también simbólicamente representó lo que este juicio traería (Mr 11:15-17). Wright considera que, al echar tanto a los compradores como a los vendedores y cambistas del templo, Jesús suspendió los sacrificios continuos del Templo despojándolo de su razón de ser. Estas acciones no solo eran un juicio inmediato, sino que también apuntaban a un futuro cercano donde los sacrificios cesarían por completo debido a que el templo sería destruido (Lc 21:5-6).[33] El motivo de esto era porque Jesús consideraba que el propósito por el cual el templo fue construido no se estaba cumpliendo. De acuerdo con el profeta Isaías, el templo debería ser una casa de oración para todos los pueblos (Is 56:6-8; frase que Jesús apropia en Mr 11). Pero el templo, en lugar de ser casa de oración para todas las naciones, se había convertido en “cueva de ladrones” (frase que Jesús también apropia ahora del profeta Jeremías; Jer 7:3-15). La solución que Jesús ve no es simplemente la purificación del templo. El templo se había vuelto tan corrupto que, al igual que en el tiempo de Isaías y Jeremías, era necesario que este fuera destruido.[34] La conexión que Wright ve entre las frases “casa de oración para las naciones” y “cueva de ladrones” se encuentra en su entendimiento de la palabra “ladrones” (lestes). Basado en el uso que Josefo da a esta palabra, Wright concluye que lo que Jesús tenía en mente no eran personas que explotaban económicamente a otras sino a revolucionarios políticos; el tipo de revolucionario que enfatiza la cosmovisión nacionalista en contra de las naciones paganas. Jesús, por lo tanto, estaba proclamando juicio sobre el templo debido a su involucramiento revolucionario contra Roma. El templo se había convertido, no en un lugar donde todas las naciones podían encontrarse con el dios creador, sino en un lugar que enfatiza las esperanzas nacionalistas de Israel en contra de las mismas naciones a las cuales debía servir como sacerdotes.[35]
Las acciones de Jesús asociadas con el templo no culminan con la proclamación y representación del juicio sobre él. Como mesías, Jesús consideraba que parte de su vocación era restaurar el templo, solo que esta restauración sucedería en él mismo. Wright ve esta reconstrucción del templo por parte de Jesús en dos acciones. Primero, en el tiempo de Jesús, Israel ayunaba en conmemoración de la destrucción del templo. Este ayuno era un recordatorio que el exilio continuaba para Israel. Tanto los fariseos como los seguidores de Juan ayunaban con este propósito. Sin embargo, los seguidores de Jesús no lo hacían. Ellos, por el contrario, celebraban. La razón por la que celebraban era porque, en la opinión de Jesús, el tiempo y la persona por la que dios actuaría estaban presentes (Mr 2:19). No había necesidad de ayunar para conmemorar la destrucción del templo y resaltar el continuo exilio de Israel porque el templo estaba siendo ya reconstruido en Jesús como señal de que el exilio terminaba.[36] Segundo, al hablar de parte de YHWH y ofrecer perdón de pecados (Mr 2:5), Jesús tomó sobre sí el rol que la institución del templo representaba. No solo esto, al ofrecer el perdón de pecados también estaba anunciando el final del exilio que estos habían provocado, solo que esta vez el templo que ofrecía el perdón no era el de Jerusalén sino él mismo en persona.[37] Por lo tanto, al pronunciar y representar juicio contra el templo y declarar que el templo estaba siendo reedificado en él, Jesús se colocó como autoridad sobre el templo. La autoridad que sólo el mesías, el rey legítimo de Israel, podía tener.[38]
Wright también concluye que Jesús se consideraba a sí mismo el mesías debido a su sentido de vocación expresado en su muerte en la cruz. Como legitimo mesías/rey, Jesús debía ganar la batalla contra el enemigo de Israel. Esta expectativa judía también sería cumplida, solo que la batalla contra el enemigo que Jesús pensaba pelear no sería a través de los mismos métodos por los cuales los otros llamados “mesías” pelearon. El enemigo de Jesús no era Roma, ni mucho menos otro reino pagano. El enemigo de Jesús eran las fuerzas malignas que habían engañado a Israel en su idolatría y consecuentemente en su celo nacionalista que les impedían ser luz a las naciones. La agenda de Jesús no era nacionalista en contra de las naciones paganas. La agenda del reino de dios propuesta por Jesús era el regreso a la vocación original, ser luz del mundo. Esta agenda promovía dar la otra mejilla, caminar la segunda milla, cargar la cruz y amar al enemigo (uno piensa quién pudo ser la primera persona que venía a la mente de los judíos cuando pensaban en un «enemigo». ¿Quién otro sino el romano que los tenía controlados?). Por lo tanto, Jesús, siendo fiel a la agenda que él mismo anunciaba, no pelearía la batalla con armas. El pelearía la batalla permitiendo que el mal le hiciera lo peor, que lo llevara a la muerte.[39]
En esta batalla contra el mal, Jesús tomaría su rol como representante de Israel, como rey legítimo, y aceptaría las consecuencias de la rebeldía nacionalista y revolucionaria de Israel. El celo nacionalista y desenfocado de Israel en contra de Roma sólo podía traer destrucción (Mt 26:5). Esto es lo que Jesús profetizó, especialmente en Marcos 13.[40] Ahora Jesús tomaría las consecuencias de esta rebeldía al morir en manos de las autoridades romanas de la misma manera en que morían los mesías revolucionarios, en la cruz. Jesús murió como el “rey de los judíos” fallido. Él estaba demostrando que los intentos revolucionarios y nacionalistas de Israel sólo pueden terminar de una manera, en la muerte y la destrucción. En esta demostración él dio la oportunidad para que aquellos que entendieran su mensaje dejaran la agenda de revolución nacionalista y se unieran a la agenda de Jesús. El reino de dios no llegaría a través de las armas sino a través del cumplimiento de la vocación. Vocación que Jesús cumplió por amor de Israel y el resto de la creación. El cumplimiento de la vocación sería la victoria de dios sobre el mal y sus consecuencias.[41] La consecuencia más grave que las fuerzas del mal otorgaban, era la muerte. Sin embargo, Jesús demostró tener mayor poder que la muerte al resucitar y probar que la muerte ya no tenía poder sobre la humanidad. Jesús demostró que él gobernaba sobre la muerte y que, por lo tanto, era ahora el nuevo rey de este universo. Él llevó las consecuencias del pecado pero las venció y redimió.
