En cierta ocasión, apenas éramos chamos, visitamos Mérida por primera vez, y conocimos “Los Chorros de Milla”. En esa época, aún en bachillerato, un grupo de amigos, pedaleábamos hasta Guanta en bicicleta, para disfrutar de un parque natural conocido como “La Sirena”, que contaba con dos caídas de agua similares a la de los Chorros de Milla, con la ventaja de que, el agua en La Sirena, es cálida, y en Mérida, casi congelada. En ese entonces, Guanta era parte de Sotillo (Puerto La Cruz) y conversamos con un arquitecto (Director de Ingeniería Municipal), que también conocía Milla, y le sugerimos construir en La Sirena un pequeño hotel de cabañas, parrilleras y otros elementos de esparcimiento para ofrecerlo, especialmente a propios, porque los visitantes preferirían las playas, ubicadas a pocos minutos de allí. El Arq. Oswaldo Mujica, así era su nombre, nos hizo un bosquejo de lo que podría ser ese parque, el cual, con mucho optimismo, lo mostramos al gobernador del momento, agregando que el costo total, incluida la adecuación de la vía de acceso, no superaba los diez millones de bolívares. El gobernador respondió que “en Venezuela tenemos mucho petróleo para estar pensando en pendejadas de turismo”. (Casi sic). Lo más grave es que ahora tampoco tenemos ese petróleo exportable en abundancia y lo poco que se cuela entre bastidores, lo acumula un El Aissami cualquiera y se apropia de $23.000 millones de un mamonazo.
Hoy día, aún “La Sirena” arroja agua desde su cascada y poca gente visita el sitio, porque, aparte de que no se ha refinado como Activo Turístico, fue tomado por malandros de variopinta calaña y es lugar para espectáculos nada decorosos.
El futuro es hoy.
Pese a la enorme cantidad de dólares que Chávez propició escurrir entre dedos ajenos, dijo él, y la inmensa fortuna que su sucesor ha dilapidado sin sentido alguno con su catajarria de motores, ni siquiera contamos con un mínimo acervo turístico que mostrar al mundo, más allá de lo que el Buen Dios nos legó a montones, y que los gobiernos se han encargado de destruir. Pero eso fue hasta ayer. Al resolver el conflicto derivado del 28/7, debería pensarse en la Ingeniería de Desarrollo. Más que como gobernantes, como venezolanos, decidir lo que es posible hacer con este pequeñísimo pedazo de tierra donde nos arrinconó deferentemente la topografía suramericana. El petróleo, no solo es insuficiente, sino que además es tan pesado, tan engorroso extraerlo y tan complejo refinarlo, que debería relegarse a un segundo plano, hasta que podamos reinsertarlo en la bitácora. El metal más precioso con que cuenta Venezuela es el Turismo, con T mayúscula, y para ello, es fundamental reconocer que sabemos muy poco de este negocio. Y a partir de allí, una vez que dejemos de ser peligrosos (y desplazados) para el mundo, se haga una planificación, estado por estado y región por región, para determinar, con expertos, propios y foráneos, la captación de turistas de todo el globo, según lo que les plazca disfrutar.
Agro.
Conjuntamente con la anterior actividad, aún en fase de planificación paralela, debe igualmente realizarse una nueva Cartografía Agropecuaria, que permita determinar dónde, cómo y cuánto podemos producir en siembras y crías. Con previsión para el consumo interno y exportación. Lo segundo, será el incentivo fiscal, para gradualmente colocar el consumo interno a precios internacionales. Es decir, posterior a que los venezolanos sean, tan bien, o mejor remunerados, que cualquier otro trabajador en el planeta. No, que mientras en Haití el salario mínimo supera los $200, el de Maduro apenas sea de $3,5. Así nadie podrá nivelar precios de producción y el gobierno deberá andar de subsidio en bonos y de estos en bolsas para ídem. Porque ambos rubros (Agro y Turismo) caminan parejos y deben ser monitoreados por el gobierno, hasta que aprendamos a respetar normativas, en especial de ambiente. La Carta Punitiva debe ser muy severa, para que escarmiente al que viene atrás. Y el ciudadano, en especial el periodista, podrá informar a los impartidores de justicia (Notitia Críminis), en la seguridad de que quienes violenten el estatus legal, serán debidamente sancionados. (A título de ejemplo, vimos en cierta ocasión frente al “Marriot” en Nueva York, cómo se demolía ¡un edificio completo!, porque violó alguna normativa. Nada de corregir lo incorrectamente construido: ¡Pa´abajo todo..! No valen influencias políticas).
Otros factores.
Resolviendo, o enrumbándose a ello, los dos puntos citados, es posible construir, sin costos para el Estado, obras turísticas (20 hoteles de 250 a 500 suites), una Red de Hospitales, y otros centros de salud. 40 mercados municipales. Sanear las edificaciones escolares, tanto física como profesoralmente. Adecuar a las ciudades, el transporte público, bomberos, canchas deportivas, etc, para dirigirnos a un primer mundo, absolutamente factible. Entre otros aspectos, eso lo exigió el elector el 28/7. Que alguno se l´eche de desentendido y niegue aceptarlo, es harina de otro costal. Quien piense que con represión y “argumentos” reprobables, el venezolano cambiará de postura, yerra el tiro. Es imprescindible recomponer el tablero/país. Dignificarlo a niveles impensados. Educar a nuestros niños y jóvenes. E iniciar el diseño de la Venezuela que soñó Bolívar y que aún permanece a años luz de sus metas. Después de este último cuarto de siglo, podemos asegurar que nada de esto, puede (ni sabe) hacerlo Maduro. Turno para un bateador emergente.
En Suiza, la clase media percibe en promedio $75.000 anuales ($6.250/mes). En Venezuela es posible superar esas cifras, con Educación e Ingeniería de Desarrollo, y desde luego, desarrollistas ajenos al fragor político, que hacen de fisgones y “actuantes” del ámbito productivo.
Si existe otra fórmula, por favor. Estamos atentos para escucharla. (José Angel Borrego).