En 1998, cuando Chávez ganó las elecciones, Venezuela estaba conformada por muchas ciudades interesantes. Valía la pena hacer turismo interno. La familia se preparaba, psicológica y materialmente, para enfrentar una odisea que finalizaba con grandes e inolvidables satisfacciones. Los novios soñaban con entregar cuerpo y alma en algún rinconcito de Margarita. Hubo hitos indelebles que plenaron álbumes con fotos de Mérida, Maracaibo, Barquisimeto, los llanos, los médanos, la selva amazónica, las ferias de San Sebastián y San José (Mérida) y la inmensidad de Guayana, por mencionar algunos de esos destinos que trazábamos en la imaginación y que con mucho esfuerzo hacíamos realidad. Y por encima de todo, deslumbraba Puerto La Cruz. Ese pequeño almácigo de cuanto se nos ocurría, fue la máxima atracción turística del país por buen tiempo. Allí había de todo, pero en especial, playas. Iconoclastas portocruzanos lograron construir el primer hotel 5 estrellas privado del país. (Todos los demás eran del Estado). Y el Meliá constituyó un ícono, incluso para don Pepe Meliá, propietario de la cadena que lleva su apellido y es aún emblemático en otros países. Pero, como citamos al inició, “ganó Chávez” y con ello, todo se derrumbó en cuanto turismo interno. Solo a título de tristeza, un Gigante del Mar (Fucho Tovar), con esfuerzo imaginable, logró dotar al turismo de Conferry. El señor Chávez estaba molesto porque un privado hubiera logrado tal hazaña, y por ello confiscó la empresa, la rebautizó como “La Nueva Conferry”, y de 11 buques que recibió operativos, hoy no hay ¡ninguno! El barco que intermitentemente hace la ruta, es alquilado. No pertenece a la nación. No es venezolano. Hay otra naviera (privada dicen), que viaja dos o tres veces a la semana a Margarita, de excelente calidad en sus servicios, pero la gente se abstiene de visitar lo que queda de aquella paradisíaca isla. Sin luz, sin agua, si gas y sin conectividad por ello. Apenas la fecha aniversaria de la Virgen del Valle, permite el rencuentro de miles (antes eran millones) de margariteños y otros venezolanos devotos de la Patrona de Oriente. La Restinga, nos dicen, se acabó. Apenas un par de curiaras paseando a los escasos visitantes. Y Chanito Marín denunciando que depredadores foráneos se llevan los Caballitos de Mar que se alojan en manglares de Boca de Río. ¿Fin del turismo interno?
Puerto La Cruz.
Por petrolera hizo nombre. Muy cierto. Pero su ubicación atrajo inversiones de diversa índole, que multiplicaron, no solo sus propios habitantes, sino, y mucho más, al turismo. Era casi un lugar común leer en columnas de medios nacionales la visita de nuestros más connotados periodistas a Puerto La Cruz. Un viejo profesor nuestro, Jesús Sanoja Hernández, decía que esa ciudad lo cautivaba peligrosamente. Y la tendencia de crecimiento y desarrollo era ascendente. Hasta 1999 se recibían dos charters semanales, de Canadá y Europa. Era, como señalo alguien, “turismo de tercera”. Pero daban a conocer a Venezuela y Puerto La Cruz en sus ciudades de origen y por allí se habría iniciado el turismo de segunda y luego el Premium. Esa era la meta, concluyó un grupo de operadores invitados a conocer el país, que priorizó a Puerto La Cruz y sus alrededores, en especial el Parque Nacional Mochima, casi todo en Sucre. Pero ganó Chávez y sus huestes, a lo Atila, acabaron con lo construido. Hoy pregonan retornar a la “Puerto La Cruz turística”, por ejemplo. ¿Pero, cómo? ¿Con bulevares de empanadas o de cocadas? ¿Con gastos provenientes de impuestos en Carnavales chimbos y Semanas Santas insípidas? No. Así no es posible. El Turismo es una empresa más laboriosa que el petróleo. Porque el petróleo está allí, en el subsuelo y solo requiere de succionadores para extraerlo y venderlo. En eso sí son unos artistas. Pero el turismo exige cerebro. ¿Lo hay? ¡No! ¿Existe un gobernador o alcalde chavista que haya comprendido el pensum para aprobarlo, aun con mínima nota? No está la materia gris que oriente hacia dónde deben ir los tiros. El presidente ha fundido varios motores en ese “deporte”, pero no logra una presea. No se sube al podio de triunfadores. Y los ministros no son magos. ¿La razón? No se comprende que el turismo es una materia muy seria. Se envía a funcionarios a ferias como Fitur en España, que además de turistear a costa del Estado y montar un insalubre stand de minucias, nada traen para impulsar el Turismo Venezolano.
Soluciones.
Las hay, y sin que representen costos para el Estado. Solo requieren de Capital Político, para que fluya el capital financiero, porque sin ese apalancamiento nada avanza. Somos y seremos por mucho tiempo un país presidencialista. Un cambio de timonel no obliga a un cambio de mentalidad. Pero sí de actitud.
Puerto La Cruz, por ejemplo, se hundió tanto, que de ser bandera del turismo hoy ocupa una posición muy descarriada, pero recuperar su impronta es factible. El alcalde Nelson Moreno, por tres vías con supuesto acceso a su despacho, ha recibido propuestas que no exigen un solo dólar del patrimonio municipal. Nunca ha respondido. En consecuencia, el grupo técnico que diseño una nueva propuesta, cuyo costo es de $65 millones, buscará cómo baipasearlo, para acceder a un ministro (no el actual de Turismo) que ostente facultades que permitan que el Estado aliente que Venezuela sea un destino turístico, que no lo es.
Igual sucede en Margarita y en Sucre. Son tres estados (Anzoátegui, Nueva Esparta y Sucre) que por sus condiciones podrían representar 90% del turismo del país, pero carecen de gobernadores y alcaldes con capacidad promotora y con vocación de futuro.
También, en Caracas, nos informaron, hay gente con acceso a los enclaves de poder que apoyarían estos proyectos, pero hasta ahora no se ha logrado ese acceso. Pura bulla. Y mientras tanto, avanzan los días, el turismo descuella en otras partes del mundo y nosotros solo quedamos para mirarnos las caras y ofrecernos optimismo. (José Angel Borrego, 15-12-2024).