No nos sorprende, pero no deja de escandalizarnos.
Y tampoco nos sorprende la decisión del Departamento de Estado. Era previsible. Lo que sorprende, más bien, es que hayan tardado tanto en tomarla. Ojalá cese “el negocio” de tomar como rehenes a extranjeros que de buena fe visitan nuestro país para ser canjeados por ventajas para el régimen.
Es triste —y revelador— que no nos sorprenda que el petróleo y el turismo, dos sectores con enorme potencial para generar prosperidad, estén hoy reducidos a su mínima expresión. Secuestrados, como casi todo en Venezuela, a la espera de su libertad.