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En internet y en la vida real, Trump ofrece una ventana a su psique

Antes, otros países necesitaban espías para discernir el pensamiento de los presidentes estadounidenses. Ahora solo necesitan una cuenta de Truth Social.

Tyler Pager

Por 

Reportando desde La Haya

  • 25 de junio de 2025

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El martes, durante tres horas, el presidente Donald Trump reprendió a Israel e Irán con comentarios cargados de improperios en el jardín sur de la Casa Blanca. Dijo a los periodistas que acababa de reprender al primer ministro de Israel y compartió en las redes sociales una captura de pantalla de un mensaje privado del secretario general de la OTAN.

La mayoría de los presidentes afrontan las crisis internacionales en privado; como mucho, publican una declaración cuidadosamente elaborada.

Ese nunca ha sido el estilo de Trump. Con este presidente, el mundo entero tiene una visión de sus pensamientos, quejas y caprichos de un modo que a menudo recuerda al de un milénial enganchado permanentemente a internet. Sus publicaciones llegan a cualquier hora del día y de la noche —muchas autocomplacientes, unas triviales, otras enfadadas— y sus apariciones en la vida real a veces reflejan su personalidad en internet.

Todas son ventanas a su psique, un tesoro de información sobre las intenciones, estados de ánimo y vulnerabilidades del comandante en jefe.

Para los asesores de Trump, su arraigada propensión a compartir lo convierte en el “presidente más transparente y accesible” de la historia de Estados Unidos.

“Una de las muchas razones por las que el presidente fue reelegido es su transparencia y su actitud de contar las cosas como son”, dijo Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca. “Es reconfortante para el pueblo estadounidense tener un presidente que siempre dice lo que piensa y deja que el país sepa exactamente cuál es su postura”.

Ya sea impulsivo, astuto o una combinación de ambos, su franqueza tiene ventajas, desde unir a su base hasta mantener a raya a sus oponentes o simplemente dominar la atención pública.

Pero también hay complicaciones. De manera inadvertida, puede desencadenar crisis diplomáticas, dejar a sus ayudantes y aliados fuera de sintonía con sus mensajes y, como ha ocurrido con sus reflexiones abiertas de las dos últimas semanas sobre bombardear Irán, convertir sus publicaciones y declaraciones públicas en una amenaza para la seguridad operativa.

Durante más de una semana, Trump coqueteó públicamente con la idea de bombardear Irán, con lo que ofreció a la opinión pública la rara oportunidad de ver a un presidente al debatirse en tiempo real con una acción militar de envergadura.

“Tal vez lo haga, tal vez no”, dijo en un momento dado.

Al final, los bombarderos B-2 y los cazas estadounidenses entraron y salieron de Irán sin que se disparara un tiro contra ellos. Pero cuando Trump ordenó los ataques, según las autoridades, los iraníes ya habían trasladado el material de sus instalaciones nucleares y las reservas de uranio enriquecido del país siguen sin aparecer públicamente. Un informe preliminar clasificado de la Agencia de Inteligencia de Defensa de Estados Unidos concluyó que los ataques solo retrasaron unos meses el programa nuclear iraní.

La disposición de Trump a compartir sus ideas sobre cualquier tema en casi cualquier momento también ha facilitado las cosas a los gobiernos extranjeros, que invierten inmensos recursos en intentar comprender lo que piensa y quiere el presidente estadounidense. Hoy en día, todo lo que realmente necesitan es una cuenta de Truth Social y una suscripción a las noticias por cable.

“Con Nixon, había que esperar a que salieran las cintas de la Casa Blanca para saber lo que pensaba realmente”, dijo Gary J. Bass, profesor de política de la Universidad de Princeton y autor de The Blood Telegram, sobre Nixon. “Nixon podía estar lleno de rabia en privado, pero contenerse en público. Ahora, con Trump, hay tantas cosas que dice en voz alta en público o que publica en las redes sociales”.

Pese a eso, lo que el presidente dice un día puede no ser su mensaje más tarde. La afición del presidente a cambiar de opinión hace que sea especialmente difícil para los ayudantes que intentan mantenerse alineados con su mensaje. Tras los ataques estadounidenses a Irán, el vicepresidente JD Vance y el secretario de Estado Marco Rubio dijeron en sendas entrevistas que Estados Unidos no tenía ningún interés en orquestar un cambio de gobierno en Irán.

Unas horas más tarde, el presidente intervino y pareció abierto a esa posibilidad.

“No es políticamente correcto utilizar el término ‘cambio de régimen’, pero si el actual régimen iraní es incapaz de VOLVER A HACER A IRÁN GRANDIOSOS DE NUEVO, ¿por qué no habría un cambio de régimen?”, escribió en Truth Social.

Trump no ve con buenos ojos a los asesores que discrepan con él de forma pública, aunque sea sin querer. Por eso, para muchos de ellos es más fácil no hablar públicamente sobre las políticas o la visión del mundo del presidente.

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