El Tribunal Tercero de Juicio de la ciudad de Maturín ha dictado una sentencia de diez (10) años de prisión contra Merlys Oropeza, una joven privada de libertad desde el 9 de agosto de 2024. La condena, que ha generado un amplio debate y consternación en el ámbito jurídico y social, carece presuntamente de fundamentos probatorios sólidos y se basa en un comentario crítico que Oropeza realizó en sus redes sociales.
La noticia de esta severa sentencia se dio a conocer a través de la cuenta del diario zuliano «Diario la Verdad».
Según la información difundida por el periodista Norbey Marín en su cuenta de Instagram este lunes 23 de junio, la joven fue condenada por el supuesto delito de “incitación al odio”.
La única «evidencia» presentada en su contra es una publicación en un estado de WhatsApp, que rezaba textualmente: “Y estas son las palabras de la jefa del Clap de Las Carolinas calle 4. Qué triste ver personas que prefieren la bolsa de gorgojos a un futuro para sus hijos”. Este breve mensaje bastó para que Merlys Oropeza fuera denunciada, privada de libertad y, finalmente, sentenciada a una década tras las rejas.
La ausencia de contacto físico, malas palabras o cualquier otra acción que trascienda esas «cuatro líneas» genera serias interrogantes sobre la proporcionalidad y la justicia de la condena.
Desde su lugar de reclusión, Oropeza ha expresado con profunda angustia emocional la pesadilla que vive, plasmada en una desgarradora carta dirigida a sus padres: “Estoy aquí en un lugar oscuro, encerrada no solo en cuatro paredes, sino por el peso de mi culpa y mi tristeza. Por favor, sigan adelante… ya yo estoy perdida”.
En la misiva, la joven manifiesta un abrumador remordimiento y una profunda carga emocional que traspasa el papel: “Papi y Mami. Con mucha nostalgia y tristeza les escribo esta carta porque siento que todo lo que diga no alcanzará a reparar el daño que les he hecho pasar”. A lo largo del texto, Merlys revela sentirse completamente devastada: “He sido la decepción más grande de sus vidas y eso no me deja vivir. Me odio por lo que he hecho y por cómo terminé. Quisiera retroceder el tiempo, borrar todo, pero no puedo”.
Oropeza también indicó saber que sus padres “la amaron incluso cuando no la merecía y que son quienes más han sufrido por mis errores”. Su estado anímico es frágil y pide perdón reiteradas veces, mostrando una desesperanza palpable: “No sé si alguna vez voy a poder perdonarme. Me siento como un peso en sus vidas, una carga. Les he hecho todo mal… todo”. La joven escribió además que “ya no sabe si tiene fuerza para seguir respirando”.
“Lo único que me queda es pedirles perdón y decirles que los amo con cada pedazo de lo que queda de mí. Siempre fueron lo más importante y lamento no haber sabido demostrarlo”, señaló con dolor en su misiva. En una línea que resume la crudeza de su estado actual, la joven sentencia: “Siempre fueron lo más importante y lamento no haber sabido demostrarlo”. Finalmente, implora a sus seres queridos: “Sigan adelante. No se detengan por mí… Ustedes aún tienen vida, sueños, futuro. Yo ya estoy perdida”.
La condena de Merlys Oropeza, basada en un comentario tan sucinto y sin pruebas contundentes de su presunta “incitación al odio”, ha provocado un llamado generalizado a la revisión de su caso.
La comunidad y diversos sectores de la opinión pública exigen que se analicen a fondo los fundamentos probatorios y se garantice un debido proceso, considerando que una sentencia de diez años por «cuatro líneas» de texto plantea serias dudas sobre la aplicación de la justicia en Venezuela.
La esperanza es que los tribunales superiores puedan evaluar la situación con un criterio justo y rectificar lo que muchos consideran una decisión desproporcionada y sin justificación legal sólida.