En su obra «La condición humana», Hannah Arendt destaca que el ser humano se diferencia del animal por el discurso y la acción. Precisamente, en esa fusión de ambos, aspectos el sujeto entra en un espacio público para delinear su conducta frente al otro. Ese entretejido de relaciones intersubjetivas comprende la arena política, cuyas decisiones afectan de manera trascendental la vida de las personas.
De manera que el lenguaje y la presencia del sujeto son clave en el desempeño político. A través de la palabra se argumenta y convence a los seguidores, mientras que la presencia del actor político es la mejor señal de que está vivo en la dura contienda por el poder. Pues, el sujeto está obligado a dar sensación de fuerza para ser tomado en cuenta y tener capacidad de negociación con los demás.
Visto así el asunto, la política debe nutrirse de individuos formados intelectual y éticamente. Ella es un asunto de gran relevancia que requiere de equilibrio mental, sapiencia y sentido común para resolver los urgentes problemas que se suscitan diariamente. El dirigente político tiene que estar a la altura de las circunstancias y, más allá de la ideología e intereses que profese, debe tomar decisiones que mejoren las condiciones de vida de la gente.
La política es un espacio complejo, dinamizado por una pluralidad de actores que deben tener la voluntad de respetarse y dialogar permanentemente para dirimir sus controversias naturales. Convertir el ejercicio político en un ring de boxeo es una mala señal para una sociedad estancada en la barbarie y el subdesarrollo. El dirigente político es un sujeto que mediante el lenguaje y la acción se coloca en posición de hacer posible lo que resulta ilógico que ocurra. Esa actitud requiere aceptar la pluralidad del pensamiento y el respeto a la condición humana. No debemos olvidar que los seres humanos somos diferentes y tenemos nuestro propio mundo de vida. La política tiene sus códigos que son el diálogo, la inclusión y la capacidad de respuesta.
En una sociedad tan incierta y tecnificada la política se revaloriza en la medida que cuente con actores sensibles y bien formados. Hombres y mujeres que tengan capacidad gerencial para dirimir conflictos y procurar elevar los estándares de vida de los ciudadanos. Sólo en esa medida la política tiene sentido en la sociedad. Es inconcebible que esa actividad humana sólo sirva para generar pobreza, atentar contra los derechos humanos y enriquecer a unos pocos, tal como ocurre en países subdesarrollados como el nuestro.