Resulta oneroso hablar de gerencia en un conglomerado político huérfano absolutamente de gerentes, e incluso, de políticos que hayan pensado en ser gerentes, en ésta, (su) actividad. Un gerente político, en función presidencial, por ejemplo, debe conocer, planificar y coordinar toda la función del país, sin hacerse intrusivo y maniatar a sus gerentes regionales. “Quien mucho abarca, poco aprieta”, dicen.
Hasta ahora, el que viene, no solo asume los viejos vicios (y los empeora), sino que impide (por “inconveniente”), la modernización de los aparatos partidistas. El último capítulo partidista lo protagonizó Leopoldo López, quien logró convocar a una pléyade de estrellas de lo que podía ser un nuevo firmamento político, pero tampoco él, en VP, ofreció ese ejemplo de transculturización, para convertir a su nuevo y floreciente partido, en una escuela sobre cómo ejercer la política, bajo el propósito de, lograr el poder, para desarrollar al país. Antes, estuvo el MAS. Teodoro se esforzó en crear una estructura moderna, pero se impuso, luego, cierta mayoría atorrante e histriónica.
Importante señalar que Leopoldo vive en España, donde la política, aun con errores, como todo, frena apetencias vulgares al actual régimen socialista de aquél Reino, donde los partidos son el reflejo de lo que piensa y cree el elector. Pero no. Leopoldo se ha bonchado a la política, y con peones como Guaidó, obtiene sustento asaz, poco honorable, para sostener un tinglado que cada día semeja un rancho más, de la perimida política venezolana. Y no que lo digamos nosotros. No. Lo expresó 95% de quienes acudieron a la Primaria que barrió María Corina y 70% de los venezolanos del 28/7.

Relajo institucionalizado.
A ningún político le conviene que se modernice la Ley de Partidos Políticos y se encauce a la democracia por sendero prístino. Se dificultaría el latrocinio, principal exhorto para activarse en la partidocracia criolla. Hay una forma de tronchar trochas en esa dirección. Se convoca a un Referendo Consultivo, para preguntarle al país, a qué partido desea afiliarse. Sería una única convocatoria. En el futuro, la nueva ley y su reglamento fijarán las pautas para la creación y/o actualización de partidos. El lector pensará que acudirán cientos, o miles de locos, con sus sopas de letras, a participar de esta elección. No..! Se establece, por ejemplo, que quienes obtengan menos del 0,50% de apoyo (115.000 votos), o ¡hasta la mitad! de esa cifra (distribuidos porcentualmente), no solo desaparecen como partidos, sino que, además, sus promotores, todos, se inhabilitan por 10 años para intentarlo de nuevo y para postularse a cargos de elección popular. Contados los votos, habrá unos 5 o seis partidos, porque los jefes de los grupitos que se creen partidos, deberán, antes del referendo, conciliar acuerdos para evitar ser borrados del mapa partidista y necesitar zarandear y mendigar el acceso a alguno de los partidos legalizados por el referendo consultivo. (El MAS y el MIR lo hicieron, en su ocasión, exitosamente). Se evita lo sucedido el año pasado, que decenas de grupitos obtuvieron, sin sustento real, la “aprobación” del CNE para apoyar a Maduro. Sería el inicio de la modernización política, porque estará en las tarjetas de pocos partidos, la posibilidad de postular candidatos, algo que también sería reglamentado, para evitar que ciertos personeros se apoderen de la clave para inscribir en el CNE a sus adulantes, generalmente bajo extorsión política en desmedro de gente meritoria. E, internamente, los partidos, con perfil gerencial, serán numen para sus acólitos, mediante procesos participativos, y no, como en Venezuela, por la decisión personalísima de los caciques de lo que conocemos como partidos políticos.

¿Cuál, la ganancia?
Tendremos a un presidente serio, extraído de la mayoría, porque debe aprobarse también la doble elección, o balotaje. El único presidente, con perfil de absoluta seriedad, desde 1959, ha sido Rómulo Betancourt. Caldera permitió ¡dos veces!, ser chantajeado por el parlamento adeco. Igual LHC. Vendrá otro, aun obligadamente y tendríamos una verdadera oposición por primera vez en la historia. Deberá haber parlamento bi-cameral idóneo, como rara vez lo ha sido. Se escogerán gobernadores y diputados (nacionales y regionales) así como alcaldes y concejales, dentro de marcos apegados a la legalidad y a la exigencia del país. Los partidos dejarán de ser cuevas eternas para caciquillos eternos. Solo una reelección, al menos en los dos principales cargos. Igual el presidente de la república, gobernadores, etc. Es decir, alternabilidad garantizada. Y un sinfín de beneficios más, para el ciudadano, que resultaría imposible violentar tan alegremente como se ha hecho costumbre y mala maña. E importantísimo, el Dinero Publico rendiría el triple como mínimo.

¿Quién pone el cascabel?
Es el único obstáculo “aparente”. Pero todo es posible y quienes estudiamos un poco la política lo sabemos. Desde luego no es material para discutirlo abiertamente. Primero deberá rumiarse en un cenáculo identificado totalmente con el propósito y luego se anuncia el inicio de la carrera hacia la civilización política. Eso sí, quien se apronte gana prestigio en la Sociedad Civil. Solo civil. Los uniformados, como 90% de ellos (o más) lo desea, retornarán a sus cuarteles. ¿O aceptará el generalato que el comandante del Batallón X sea un médico, aún asimilado, político, o no? ¿Accederá el almirante que un Buque de Guerra sea comandado por un capitán de la Marina Mercante? (Lo que es igual no es trampa). Todas esas distorsiones pueden y deben ser corregidas por la Ley de Partidos Políticos y textos afines. Y…, lo hacen los políticos, o los obligamos los civiles, lo cual está legalmente establecido y ellos lo saben: Desobediencia Civil. (¿O no?).
José Ángel Borrego, (26-01-2025)