No es precisamente al “conde del guácharo” a quien me referiré en estas líneas (“No gastaré pólvora en zamuros”). La intención fue hacer una visión comparativa entre algunos regímenes dictatoriales latinoamericanos. Recientemente, tuve oportunidad de ver una película de corte satírico y ficticio, que motivó estos contenidos. El filme en cuestión fue “El conde” (Netflix), una comedia negra y de terror chilena (2023), dirigida y escrita por Pablo Larraín y Guillermo Calderón. Según ellos, no se compadece con una historia real, pero si fundamentada en un personaje de la realidad pretérita: el general Augusto Pinochet Ugarte, exdictador chileno, nacido en 1915 y fallecido en 2006. Que estuvo en el poder por diecisiete años (1974-1990). La película acoge a Pinochet como un vampiro ignominioso y sobrenatural con más de 250 años. Larraín satiriza de manera burlesca la deshonestidad de la cultura fascista y neocapitalista que el dictador instituyó en Chile. Y, lo más significativo, ratifica que existe un “pinochetismo” como legado, que aun dura intensamente en ese país, comprobado después del estallido social de 2019. Esta película fue nominada al Premio Oscar como “Mejor Fotografía”.
La historia universal señala que hace 51 años Augusto Pinochet Ugarte, dio un golpe militar en Chile (11-09-1974), que derrocó al presidente socialista Salvador Allende, que, según Ulises Carabantes: «El mayor responsable del quiebre institucional en Chile en 1973 fue Allende». Generando un régimen militar que ejecutó gravísimas transgresiones de derechos humanos. Desde ese entonces se iniciaron intensas represiones, tortura y muerte. Tiempo de dos largas décadas de terror fascista en Chile (17 años), en donde miles de opositores políticos fueron asesinados o “desaparecidos” por ese régimen militar, que según cifras oficiales alrededor de 30.000 personas fueron torturadas: “1.500 disidentes ‘desaparecieron’, 40.000 personas fueron torturadas y casi 2.000 fueron torturadas hasta la muerte, al menos según informes oficiales”.
El golpe de Estado y posterior dictadura en Chile no solo tuvo consecuencias profundas en ese país sino también para Latinoamérica toda. Lo extraordinario, es que existen opiniones controversiales sobre esta dictadura y su justificación como golpe de Estado. Unos opinan que fue algo monstruoso y sangriento, otros afirman que tuvo efectos malos y buenos. Discrepancia, que, según Marta Lagos, encuestadora regional de “Latinobarómetro”, en sondeo en ese país, denominado “Barómetro de la política Cerc-Mori”, determinó que existía una defensa opinática de ese golpe, que crecía desde 2013 en 20% y que actualmente un 47% de los chilenos, la mitad, considera que el régimen fue ‘en parte bueno y en parte malo’ ” y otros, un 20%, consideran a “…Pinochet uno de los mejores gobernantes del Chile del siglo XX”. Las personas que más se han vuelto a inclinar “positivamente” hacia Pinochet son los que vivieron la época de la dictadura y tienen una añoranza, quizás una retrospectiva sustentada en el orden y la seguridad que se presume dan las dictaduras. Lo cierto, fue que la dictadura mantuvo su presencia porque después de la caída del régimen, al volver la democracia, ocurrió que, por más de 8 años, Pinochet fue el comandante en jefe del Ejército, prolongándose así el poder dictatorial dentro de la democracia. ¿Existió realmente una transformación económica sustentada en un experimento económico de “libre mercado”, reformas económicas neoliberales con consecuencias ‘buenas o malas’ para toda la población chilena? Según el economista chileno Ricardo Ffrench-Davis (2019): “… sin duda, tuvo varios logros beneficiosos para la evolución futura de la economía. El exitoso dinamismo exportador, cierto orden fiscal, control de la hiperinflación que había heredado en 1973, y recuperaciones de la actividad económica;” ¿Será que sigue existiendo en la mente de muchos chilenos la bienhechuría gobiernera del “Conde” de Larraín?, ¡Lógico es que la respuesta histórica pertenece al propio pueblo chileno!
Otro escenario dictatorial, interés de este escrito es el que ocurrió en nuestra Venezuela, entre los años 1952-1958. Se inicia esta situación con un golpe de Estado el 2 de diciembre de 1952 y finaliza el 23 de enero de 1958. Por supuesto, cronológicamente anterior al de Pinochet. Me refiero a la época de la dictadura del general Marcos Evangelista Pérez Jiménez, que dejó una profunda hendidura en nuestra patria. Igual que como ocurriría en Chile, causó cuantiosos exiliados, asesinados, presos políticos, torturados y numerosas desapariciones forzadas. Recientemente se recordó el 23 de enero de 1958, fecha en que cayó esa dictadura.
Algo inocultable para los venezolanos, es que Marcos Pérez Jiménez, tuvo una importante política en desarrollo de infraestructura que incluyó la construcción de vitales vías de comunicación entre occidente, centro y oriente del país. Además de valiosas obras de ingeniería que aún existen y que se podrían mencionar, entre ellas: el Ferrocarril Puerto Cabello – Barquisimeto, El distribuidor El Pulpo en Caracas, el teleférico de Caracas y Mérida, ciudad Universitaria, hospital Clínico Universitario, Torres del Silencio, autopista Caracas – La Guaira, entre muchas obras vigentes. El lema del régimen era el “Nuevo Ideal Nacional”. Históricamente mantuvo la paridad más baja del bolívar frente al dólar estadounidense. Aun cuando fue una cruenta y férrea dictadura: ¿Que piensa el venezolano acerca de esta dictadura? Igual de controversial, son los admiradores y detractores políticos desde esa época hasta la fecha (en corrillos, tertulias y contertulios). La mayoría de los venezolanos que vivieron ese gobierno coinciden en señalar que ha sido el “más progresista” en toda su historia política, sin embargo, otros, los afectados, rechazan y condenan sus represivos métodos persuasivos contra la disidencia. Gabriel Montenegro (2021), en articulo: ¿Gobierno de Pérez Jiménez …Bueno o Malo?, refleja “que ha sido quizás la de mayor auge en cuanto al auge (Sic) del progreso y desarrollo de toda nuestra historia republicana, incluyendo la época de Guzmán Blanco, …”. También denuncia: “…la crueldad de sus actos, la censura, la tortura, y el encarcelamiento a los dirigentes políticos de la oposición, factores que lamentablemente hicieron de Venezuela un país hundido en el miedo y en la censura de los medios de comunicación”. ¡Insisto, lo adecuado ante esas opiniones corresponden al pueblo de Venezuela! ¿También un “Conde” como en Chile?
Ahora, 67 años después de la dictadura de Pérez Jiménez, Venezuela ha experimentado toda una debacle política, social, económica, educativa, de salud, judicial, militar y pare usted de contar. No existe “hueso sano” en las distintas instituciones de poder del Estado, al encontramos con una dictadura por más de 25 años, en la que Nicolas Maduro, fraudulentamente, aparece como usurpador al negarse a entregar la presidencia desde el pasado 10 de enero de 2025 ante la pérdida de las elecciones presidenciales el 28 de julio de 2024 frente a Edmundo González Urrutia en forma aplastante. Ciertamente, hemos de aseverar que todos los dictadores, junto a sus cómplices pudieran ser calificados “honoríficamente” como “Condes chupa sangre” de la soberanía donde injustamente han “reinado” por tiempo alargado. Los tres, en general, han de ser “condenados” más que “condes” (Larraín), porque finalmente causaron tragedias económicas, políticas y sociales de sus naciones, manifiestas en crímenes de lesa humanidad. No obstante, sin parcialidades, conviene en justicia señalar que solo dos de ellos, Pinochet y Pérez Jiménez dejaron un cierto “conde” que, según opinión porcentual de sus pueblos, un legado (económico, de urbanismo, orden y seguridad) más o menos “bueno”. Mientras que un tercero, Maduro, además de ser un dictador sangriento, corrupto y delincuencial, nada podrá demostrar como logros visibles de su gobernanza en ningún área que beneficie las necesidades de su pueblo. así entonces, en conclusión, muy poco puedo referir a dones de algún tipo de esta dictadura del “Socialismo del siglo XXI”, que comenzó a germinar como tal a partir del fracasado intento de golpe de Estado de Hugo Chávez Frías (4-2-1992), y que después por vía democrática electoral llegó al poder. Pero, en definitiva, nada bueno. Ah, pero eso sí, dejaron la estructura organizacional del “Tren de Aragua” a nivel nacional e internacional. Todo malo como legado, únicamente un “ex -País”, como lo calificaría muy acertadamente mi estimado profesor y catedrático Agustín Blanco Muñoz.
28 de enero de 2025
“Entre `Condes´ y Condenados”, Por Dr. Oswaldo Hevia Araujo
