La mala alimentación puede afectar la función cognitiva del cerebro. La falta de nutrientes esenciales puede provocar un declive cognitivo, afectando la memoria, la concentración y la toma de decisiones. Durante la infancia y la adolescencia, la mala nutrición y la mala calidad de la dieta perjudican el desarrollo cerebral y la función cognitiva, lo que conduce a un bajo rendimiento escolar
El cerebro, aunque solo representa el 2% de nuestro peso corporal, es un devorador insaciable de energía, consumiendo hasta el 20% de las calorías que ingerimos. Esta voracidad energética subraya la profunda conexión entre nuestra dieta y la salud cerebral, su rendimiento y longevidad. Lo que elegimos comer no solo nutre este órgano vital, sino que también puede ser su mayor enemigo, contribuyendo a la inflamación, el estrés oxidativo y el deterioro cognitivo a largo plazo.


En un panorama alimentario saturado de opciones, tomar decisiones conscientes sobre nuestra dieta es crucial para proteger nuestra agilidad mental y prevenir enfermedades neurodegenerativas. Identificar y limitar los alimentos perjudiciales es el primer paso en esta dirección. El consumo excesivo de azúcar, por ejemplo, provoca picos rápidos de glucosa en sangre que pueden generar resistencia a la insulina en el cerebro, un factor vinculado a un mayor riesgo de Alzheimer y demencia. Además, el azúcar fomenta la inflamación sistémica y el estrés oxidativo, dañando las neuronas y afectando funciones cognitivas esenciales como la memoria y el aprendizaje.
Las bebidas azucaradas, los jugos envasados, los dulces, la panadería industrial y los cereales azucarados son ejemplos claros de productos que aportan una carga glucémica elevada sin los beneficios de la fibra o nutrientes esenciales. Por otro lado, las grasas trans, producto de un proceso de hidrogenación, son notorias por elevar el colesterol LDL («malo») y reducir el HDL («bueno»), comprometiendo directamente la salud cardiovascular y, por ende, el cerebro. Estas grasas promueven la inflamación y el daño de los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro, lo que afecta el suministro vital de oxígeno y nutrientes a las neuronas.