• Sáb. Ago 23rd, 2025

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La economía de Donald Trump

No es un secreto que Donald Trump altera los sentimientos tanto de quienes lo odian como de quienes lo apoyan. Con su personalidad única, digna de millones de memes virales y de personas imitando su voz, sus gestos y sus opiniones polémicas de forma graciosa, Donald Trump es —quizás— la persona pública más popular y controversial del mundo.

Los medios de comunicación tradicionales se apalancan en Donald Trump para subir sus propios ratings, ya en caída libre desde que el acceso a internet y los medios alternativos les han comido buena parte del pastel. Los gobiernos de izquierda —en todo el mundo— usan a Donald Trump como ese famoso “enemigo externo” que todo tirano necesita tener para manipular a sus masas y justificar su exceso de controles. Y el ciudadano común reacciona ante cualquier cosa que él diga o que se diga sobre él.

La política enciende pasiones, y los políticos lo saben muy bien, al igual que sus salas situacionales. Esto hace que sea muy fácil desviar la atención de la gente: de lo que importa, a lo que no; de lo que es cierto, a lo que es mentira; de lo que realmente está pasando, a lo que no.

La economía es un sistema complejo, tanto en lo macro como en lo micro. La naturaleza humana parece no entender la importancia del dinero hasta que este falta o no alcanza para nada. Y eso, en Venezuela, lo sabemos muy bien, porque lo vivimos gracias al socialismo. Pero en los países desarrollados, en el primer mundo e incluso en los imperios, el ciudadano común no se preocupa por entender la economía en la que vive ni cómo surfear las olas para tener una vida decente, hacer que su trabajo duro valga la pena y que el fruto de su esfuerzo le sirva para alcanzar sus objetivos personales.

Las economías de los países tienen distintos sectores, y en Estados Unidos hay dos que han sido clave, especialmente desde la crisis financiera de 2008: Wall Street y Main Street.

En lugar de reaccionar a las políticas “racistas y xenofóbicas” migratorias de Donald Trump —según los medios tradicionales— vamos a entender estos dos sectores, antes de explicar por qué son importantes y si la economía de Trump tiene sentido o no.

El Monstruo de Wall Street

Wall Street envuelve todo lo que tiene que ver con los mercados financieros: el mercado de acciones, inversiones de compañías y grandes firmas, fondos de inversión, los grandes bancos y las empresas que cotizan en la bolsa de valores.

El foco principal de Wall Street no tiene nada que ver con el día a día del ciudadano común, pues se centra en los precios de las acciones de las compañías, en los mercados de capital y en las inversiones institucionales, por nombrar solo algunas. Incluso sus indicadores principales —como el S&P 500, Dow Jones, Nasdaq, los Bonos del Tesoro y los reportes de ganancias— son desconocidos para la mayoría de los ciudadanos. Y aquellos pocos que los conocen, no saben si les sirven —o no— en la toma de decisiones cotidianas, pues el único efecto directo que tienen en sus finanzas personales está relacionado con los planes de retiro —como el 401(k)— y solo quienes tienen uno realmente prestan atención a lo que pasa en Wall Street.

¿Inflación? ¿Ingresos promedio? ¿Salarios? ¿Ahorros? ¿Impuestos? Nada de eso tiene que ver con Wall Street, en términos de indicadores que afecten el día a día de las personas. Quizás por eso la mayoría ignora cómo funciona o para qué sirve entenderlo.

Pero hay algo que los grandes fondos de inversión poseen y que sí tiene un efecto directo en la vida diaria de todos: los medios de comunicación.

Mucha gente cree que “si Wall Street está en verde, todos estaremos bien”, y que “si Wall Street está en rojo, todos estamos en crisis”. Esa narrativa le ha servido a los fondos de inversión de Wall Street para manipular a la gente e influir en el precio de las acciones, con el propósito de ganar dinero a través de la especulación. ¿Entiende eso el ciudadano común? No, porque de nada le sirve saberlo si le falta el pan en la mesa.

El monstruo de Wall Street no tiene nada que ver con el día a día de las personas. Si está en rojo, el mundo no se va a acabar; y si está en verde, no significa que todos somos ricos. Y eso es todo lo que hay que entender inicialmente.
Para ponerlo en palabras simples: Wall Street es el niño rico del vecindario, que no tiene que preocuparse por la comida, los útiles escolares, las vacaciones ni el entretenimiento, porque todo eso lo tiene cubierto en casa.

Un desconocido llamado Main Street

Hay otro sector de la economía que afecta directamente al ciudadano común, pero que increíblemente la mayoría ni siquiera conoce. Su nombre es Main Street.

Esta es la economía real de los pequeños negocios, los empleadores locales y los trabajadores del día a día. Para Estados Unidos, Main Street es el corazón de sus ciudades y pueblos. Si alguna vez has escuchado el término “blue-collar jobs”, Main Street es precisamente el sector de la economía que los abarca: los trabajos comunes y corrientes de todos los estadounidenses.

Main Street tiene que ver con el gasto de consumo diario, las inversiones locales y el acceso al crédito. También está expuesta al incremento de costos, las regulaciones y la disponibilidad de empleo. Los principales indicadores que determinan si Main Street está bien o mal son bastante conocidos por el ciudadano promedio: tasa de desempleo, inflación, salarios, creación de empleos, indicadores de confianza en pequeños negocios, préstamos de bancos locales, índice de sentimiento del consumidor, entre otros.

¿Precios de acciones? ¿Ganancias de corporaciones? ¿Nasdaq? ¿Dow Jones? ¿Bonos del Tesoro? Nada de eso tiene que ver con el día a día del ciudadano común. Eso es Wall Street, no Main Street.

Si una persona común quiere saber cómo está la economía que realmente lo afecta, no tiene que leer los medios tradicionales que solo hablan de Wall Street o del sector financiero. Lo que debería revisar es el periódico local, los datos de inflación, desempleo, salarios, ahorros, acceso a crédito y reducción de impuestos en su estado y condado.

Si la inflación está alta, podrá comprar menos de lo que necesita. Si está baja, podrá ahorrar. Si no tiene acceso a crédito o las tasas de interés están por las nubes, no podrá iniciar el negocio con el que sueña. Si es lo opuesto, tendrá una oportunidad. Si los ingresos promedio no se equiparan con sus gastos, no vivirá el sueño americano. Pero si lo hacen, entonces sí tendrá esperanza.
En palabras simples: Main Street es el barbero local, nuestros padres, el dueño de la cafetería de la zona, y el trabajador tradicional que todos los días tiene que salir a trabajar porque cualquier cosa que un político intervencionista haga le afecta directamente y le complica la vida.

¿Qué tiene que ver esto con Donald Trump?

Desde el punto de vista financiero —Donald Trump como inversor— Wall Street es el sector de la economía que afecta sus inversiones privadas. Las decisiones personales de sus negocios y los de su familia están determinadas por los indicadores de Wall Street. Y así es como la mayoría de las personas en el mundo lo conocen: como un inversor de capital.

Pero si uno ha seguido de cerca su carrera política desde el 2016, sus decisiones como líder de la principal potencia mundial, y lo que su propio gabinete dice y hace, se dará cuenta de que el foco de su administración es Main Street, no Wall Street —es decir, la economía del americano promedio.

Su Secretario del Tesoro, Scott Bessent, lo ha dicho desde el inicio de esta administración, en cada entrevista y presentación pública: “El foco de esta administración es mejorar las condiciones de Main Street.” (Video aquí)

Eso lo dijo Trump en su campaña, y de eso siempre se ha tratado el famoso “Make America Great Again” y el “America First”: mejorar las condiciones mínimas que afectan al ciudadano común. ¿Deberíamos juzgar su administración económica en base a eso? El sentido común dice que sí.

La primera economía del mundo

Con el acceso inmediato a la información, la completa digitalización del sistema financiero global y la expansión de la globalización, las economías pueden ser sistemas muy complejos, pero no por eso dejan de reaccionar rápidamente a lo que se dice y se hace, especialmente si proviene de la principal potencia mundial: Estados Unidos. De hecho, si no lo hacen, se ven perjudicadas.

El mercado financiero mundial vio con buenos ojos la elección de Trump en noviembre de 2024, y los mercados reaccionaron de inmediato. Pero eso tuvo que ver exclusivamente con Wall Street, que —como mencioné antes— no tiene relación directa con el día a día del ciudadano común. Lo mismo ocurrió en marzo de 2015 con los aranceles de Trump: los mercados financieros reaccionaron al instante, y los medios de comunicación hicieron creer al mundo que “la economía de Estados Unidos estaba en declive”, cuando en realidad, los especuladores aprovecharon la noticia para hacer dinero a través del pánico.

Wall Street reacciona rápido porque está conectada virtualmente a todo lo que ocurre a través de internet, y en internet todo viaja a la velocidad de la luz. Con sus algoritmos y computadoras ultrarrápidas, Wall Street puede medir el sentimiento del mercado en minutos, basándose en lo que se dice en línea y en los medios, y tomar decisiones financieras de inmediato.

Main Street no funciona así. La inflación no sube ni baja de la noche a la mañana porque Trump diga que “implementará aranceles del 200% a China”. Los salarios e ingresos promedio no varían en cuestión de horas porque Trump diga que “hay que deportar a los inmigrantes ilegales”.
El acceso al crédito no mejora ni empeora de un día para otro porque Trump diga que “quiere despedir al presidente de la Reserva Federal”. Los indicadores de Main Street deben medirse en el mediano y largo plazo, aunque en algunos casos también reflejen señales en el corto.

Wall Street vs Main Street en la vida real

Muchas personas ya olvidaron lo que pasó en 2020 y 2021 con la pandemia. Wall Street reaccionó rápidamente a las noticias mundiales, porque montar una orden de compra o venta de acciones en la bolsa de valores de Nueva York se hace en un segundo, con un clic. Por eso, la recuperación de esas caídas bruscas que sufrió la bolsa por la pandemia en 2020, y los aranceles en 2025, fue casi instantánea. Muy distinta es la historia de Main Street, del ciudadano común.

Las cuarentenas obligatorias que los gobiernos implementaron salvajemente en la sociedad, junto a la famosa categorización de negocios como “esenciales y no esenciales”, fueron decisiones tomadas de la noche a la mañana, pero cuyos efectos se sintieron mucho después. Las políticas económicas impuestas con la excusa de la pandemia arrojaron sus “frutos” años después de haber sido implementadas.

Al inicio, los gobiernos ofrecieron “alivios” a pequeños y medianos negocios y trataron de mantener la economía funcionando mediante estímulos enviados directamente a los ciudadanos en forma de cheques y depósitos. Se postergaron compromisos de pago, se obligó a los dueños de negocios y propiedades a no cobrar por sus servicios, y se le hizo creer a la gente que la economía se puede apagar con un botón desde la oficina del gobernante de turno.
Pero todo esto resultó en efectos catastróficos para el ciudadano común —Main Street— no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo: inflación descontrolada en la mayoría de los países, tasas de desempleo altísimas, niveles de ahorro por el suelo, salarios e ingresos insuficientes para el día a día, totalmente alejados de la realidad inflacionaria.

La economía de Donald Trump

Trump tomó posesión en febrero de este año 2025 y solo han transcurrido cinco meses desde entonces. Cinco meses es muy poco tiempo para juzgar un sistema tan complejo como la economía en términos de políticas implementadas, pero hay señales e indicadores que reaccionan rápido, especialmente cuando las decisiones son radicales y controversiales, como las de Donald Trump.

La inflación es uno de los temas más discutidos, porque durante la administración Biden, esta alcanzó niveles no vistos en 40 años. Truflation reporta que Estados Unidos —a la fecha de esta publicación— se encuentra en 2.06%, la inflación oficial indica 2.4 – 2.7%, y esa disminución brusca comenzó luego de la toma de posesión de Trump. El precio de la gasolina bajó de $3.50 hace un año a $3.10 en la fecha de esta publicación.

Algunos dicen que “los aranceles aún no han tenido su efecto en la economía”. Aunque los precios de algunos productos importados han subido, Estados Unidos sigue sin experimentar el efecto “catastróficamente inflacionario” que muchos economistas, medios de comunicación e incluso nosotros, los libertarios, predijimos. Trump también ha ganado esa batalla.

La tasa de desempleo permanece estable en 4.1%, a pesar de que los profetas del apocalipsis juraron que las deportaciones masivas tendrían un efecto negativo. En mayo de 2025, el 26% de los dueños de empresas reportaron haber incrementado los salarios de sus empleados, y el 20% informó que lo haría en los siguientes tres meses. La tasa de optimismo entre pequeños negocios rebotó de 95.8 a 98.8 en mayo de 2025. Las tasas de interés siguen altas, a pesar de la presión de Trump al jefe de la Reserva Federal, quien sostiene que “los datos no son suficientes para ejecutar cambios en materia de crédito”, aunque todos los indicadores favorecen la narrativa de Trump.

La tasa de ahorro por hogar en Estados Unidos está por encima de su promedio histórico (8.4%). El 62% de los estadounidenses reporta que posee acciones en la bolsa, igualando el pico de participación alcanzado antes de la crisis de 2008.

Los indicadores de Main Street están mejor durante la administración de Donald Trump que durante los cuatro años de Biden, cuya gestión se enfocó en engordar Wall Street en perjuicio de Main Street. Ese fue, precisamente, el centro de la campaña electoral que llevó a Trump a ganar cómodamente las elecciones de 2024.

Y si bien es cierto que aún hay indicadores de Main Street en niveles críticos —como la capacidad de costear una casa, el famoso “sueño americano”, y el acceso al crédito— la economía bajo Trump ha comenzado a dar frutos y a cumplir sus promesas de campaña. Aunque los medios digan lo contrario y los sentimientos de la gente —basados en sus opiniones polémicas— los hagan sentir algo distinto.

El 4 de julio de 2025, Donald Trump firmó la popular “Big Beautiful Bill”. Esta legislación es un monstruo que ofrece —en pocas palabras— dos cosas: recortes de impuestos históricos, pagados con deuda nacional que asumirán las futuras generaciones.

En política, unas se ganan y otras se pierden. Los recortes de gastos prometidos a través del famoso “Departamento de Eficiencia Gubernamental” aún no se han cumplido como se prometió en campaña. Pero con la Big Beautiful Bill, los ciudadanos estadounidenses tendrán una ventana de cuatro años para generar y conservar tanto dinero como les sea posible, gracias a recortes fiscales sin precedentes.
Quedará de parte de cada uno saber proteger el fruto de su trabajo y prepararse para cuando llegue la factura, porque —independientemente de quién gobierne después de Trump— la deuda nacional tendrá que pagarse.

Leer en la revista
Hasta la próxima.
José Miguel

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