_“Denme claridad’_
_que voy a leer_
_la carta que ayer_
_me envió Soledad»_
(Enrique Hidalgo, Anzoátegui)
Nos habíamos propuesto no tocar el tema de “la carta de Edmundo”. Amigos nuestros y de Ensalada de Vainitas, muchos, (lo cual agradezco por tal gentileza), exigieron, casi, que dijera, al menos las razones, para callar un tema tan importante. Intentaremos, pues, ser lo más objetivos posibles, o al menos, sinceros con uno mismo.
En primer lugar. El embajador español no debió permitir el acceso de Jorge Rodríguez, presidente de la AN y su hermana, Delcy Rodríguez, vicepresidente del país, a un territorio consagrado como Español por leyes internacionales. Jorge y Delcy no habrían ingresado a la casa del embajador, de no haber mediado éste, el taimado embajador, en favor de la _“amena conversación”._ Con absoluta seguridad, el ladino embajador español conversó primero el asunto con Rodríguez Zapatero, y luego _convenció_ a Edmundo de recibir a los dos emblemáticos personajes, _“que solo querían hablarle”._ Si por negarse a recibirlos, Edmundo hubiera sido advertido por el truhan del embajador de que su vida y la de sus hijos y nietos corrían peligro, se comunicaba de inmediato con UNO de ellos, con María Corina, u otro personaje para hacer pública la denuncia, que en segundos, Jorge y Delcy habrían negado y los familiares de Edmundo estarían más salvaguardados que nunca, porque cualquier zancudo que picara a alguno de ellos, sería culpa del gobierno. Antes que agredirlos, los protegerían, no por sacrosanta la policía política, sino cuidando sus espaldas.
Pero Edmundo aceptó el consejo de su colega y granuja, embajador español, y se aprestó a escuchar a Jorge y Delcy, quienes se apersonaron con la carta en la mano, y en solitario, pues el raposo del embajador español les concedió la necesaria privacidad, Edmundo fue objeto de la atemorizante advertencia de un psiquiatra y sin repensarlo, firmó “esa carta/ desgraciada/ puño y letra/ de mi amadaaaa…”.
(Obvio, que por debajo de ese puente español, circuló una gruesa riada de billetes verdes, o tal vez, por la aforada prestancia de Rodríguez Zapatero en La Moncloa, fueron euros). Pero no quepa la más mínima duda de que, ni aun con la ingenuidad de Edmundo, esta transacción se realizaría sin el V°B° de Rodríguez Zapatero y un enorme saco de billetes, nuevecitos y tangibles, que como “valija diplomática” acompañó a Edmundo en el avión que lo trasladó a Madrid. ¿Qué es una maleta más para Delcy?
¿Debió Edmundo, por su seguridad y la de los suyos, haber firmado? Aún, nada nos convence de que hizo lo correcto. Lo cobijamos por su escuálida sapiencia política (conocida por todos); por sus 75 años y por su propio carácter, bonachón y crédulo, que para un psiquiatra de mínima experiencia (que no es el caso), es pan comido.
Ahora bien…
Los pasos posteriores a la elección son de rango constitucional y no pueden ser baipaseados por una carta, aun firmada sin coacción. (Eso debió informarle Delcy a Jorge). De tal forma, que, ante un tribunal serio, supongamos la CIJ, ONU, OEA, UE, etc, esa carta carece de valor legal, para que Jorge Rodríguez crea que salvó la presidencia de Maduro y se saque la espinota que significó haber sido apaleado por María Corina (vía Edmundo), pese a haberse jactado de, tal vez no ser buen psiquiatra, pero si un gran sabedor de elecciones. Y de fallarle por tercera vez en muy corto tiempo a Maduro. Primero, dar luz verde a la Primaria sin el CNE, _“porque nadie irá a votar”_ (Votaron 2.5 millones, solo por MCM). Segundo, aceptar que la Plataforma inscribiera a Edmundo, porque _“ese viejito es inofensivo”._ Y por último, garantizarle que la elección sería tan pareja, que el fraude tal vez no sería necesario. Jorge Rodríguez creyó que con “la carta” se quitaba esos tres cargos de (in)conciencia, pero como podrá haberse percatado, él, y también el lector, ni siquiera Maduro ha festejado el artero documento.
Edmundo.
¿Exculpamos a Edmundo? Definitivamente no. Lo absuelven, el propio Jorge Rodríguez, su hermana Delcy y los billetes para el bellaco embajador que dispone el Reino de España para Venezuela, lo cual, esto último, se sabrá, porque como decía el Maestro Prieto Figueroa _“ni la tos, ni la riqueza, pueden ocultarse”._
(José Angel Borrego).
Ronda Dominical: La Carta
